viernes, 17 de abril de 2009

Asesinando etapas

En un banco al sol a finales de invierno la veo,
está pintándose las uñas de rojo, sola,
con la mirada curiosa y tarareando.
Hay muchas vidas que la rodean:

La señora que va hacia misa enchepada, seguramente
de llevar toda la vida montando a caballito a sus retoños.

El hombre aspersor, que con aproximadamente 302 años
camina escupiendo de continuo,
seguramente con la esperanza
de que en el parque donde camina crezca césped.

La mujer que corre patijunta, probablemente
porque se hace pis como yo.

El hombre que relincha
con papeles en la mano, seguramente porque es
un jinete frustrado que no llega al trabajo.

La señora de las bolsas, que anda cabizbaja,
quizá por llevar siglos esperando unas flores.

Entre tanta historia andante el sol le pega en la cara
a la chica del banco, que sonríe entre carmín
y tiene pinta de oler a cerezas.
Me acerco y le pregunto:
-¿Qué haces aquí así?
y ella responde:
-Morirme despacito
Me contó la historia de cómo un monstruo
salió de abajo de la cama, le mordió el culo
y le inyectó un veneno mortal, por el cual,
debía tomarse la vida con dos cucharadas de azúcar
y en taza de té o, encima de mortal, sería doloroso.
Me alejé dos pasos
y ella dibujó un adiós con su dedo en la piedra,
le sonreí y me impregné de su valía
hasta que sudé tarta de queso.

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