viernes, 17 de abril de 2009

Girasol en la tripa

Fue en invierno y pasó demasiado rápido.
Ana estaba en la estación con una bolsa
De insomnio y nervios
transformados en 60 aviones de papel,
muerta de calor y tiritando por el porvenir.
David bajó del bus inquieto y muy sonriente,
Eran las 12:15 de la mañana.
Ella tenía un imán en la mano
Y el también, asique se juntaron en un beso
Irreal, imantado y dulce.
-sabes bien. Dijo David
Ana rió nerviosa y se puso a hablar sin parar,
su amigo invisible la miraba desde una esquina
enfadado por semejante reemplazamiento.
David le puso un dedo en la boca a Ana
y le agarró la mano temblorosa para calmarla.
Anduvieron un rato al sol del invierno
y Ana sacó del bolso un paquetito,
se lo dio mientras las lágrimas luchaban
por no escaparse de sus ojos
por la impresión de todo aquello.
David , con una cara entre asombro y agradecimiento,
abrió el paquete y sacó un corazón rojo.
-Lo guardaré fuerte. Dijo él
-Te regalo un corazón, yo tengo el mío en casa.
Entrelazaron los dedos y anduvieron al ritmo
de la melodía que el acontecer marcaba.
Cada caricia, cada carcajada, eran fotografías
que se revelaban y se fijaban
en lo más hondo de sus pupilas.
Sonó una canción de violín
que un vagabundo tocaba frente a una lata
llena de céntimos y un perro dormido.
Iban hablando de nada, notándose,
respirando el mismo aire.
Se pararon en seco en una plaza de piedra,
ella era el eclipse del sol y él absorbía en esos ojos,
color pluma de pavo real, toda la luz del momento.
David le pasó la mano por la cara,
la agarró del cuello con el pulgar en la oreja y la besó.
Él no sabía que desde hace una emporada
Ana estaba tan triste que había perdido
la sonrisa de ojos, esa que hace
que se te pongan cerrados y solo veas
una línea feliz. David lo hizo inconsciente,
pero la curó, la curó del todo, y de ese beso
Ana creció centímetro y medio.
Pasearon más, prestándose los miedos
para intercambiar los repetidos en el recreo.
Pasearon en verde, en marrón, en rojo,
en blanco y en negro.
Se dedicaron a escribir, a leer, a imaginar
Y a filmar aquel hecho insólito.
-¿Qué te pasa).Preguntó David con el ceño fruncido
-Nada, que me he tragado una pipa y creo
que me está creciendo un girasol en la barriga
Y a ti?
-Nada, que me he tragado 14 luciérnagas
y estoy empezando a lucir.
Y se abrazaron fuerte,
tan fuerte que les dolía la piel,
frente a frente.
Ana susurró a su oído:
-Ahora mi barriga siempre sabrá donde estás,
por mucho que te alejes,
tu luz hace bailar a mi girasol.

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